La pena de muerte sin lugar a duda es uno de los temas más difíciles de debatir, ya sea en una reunión familiar, un asado con amigos o porque no también, a niveles institucionales. La opinión de un individuo, ya sea una persona pública o no, no puede discutirse, pero quizá la responsabilidad de esa opinión no es la misma para los dos.
Esa responsabilidad, que en algunos casos se cumple con años de estudio que respaldan las opiniones, en otros es esquivada por esa idea que anda dando vueltas de darle importancia en temas delicados a las creencias de personajes públicos, que por una razón u otra, no tienen las herramientas para fundamentar lo que manifiestan.
Lamentablemente, estos comentarios influyen en la sociedad y la opinión pública mucho más que una persona instruida en el tema en cuestión. ¿Es realmente importante que Susana Gimenez crea que el que mata tiene que morir o que nos tenemos que dejar de joder con los derechos humanos?.
El problema no está en lo que crea esta persona, sino el lugar que le da cada uno a los dichos de los líderes informales de opinión y la repercusión que tienen. Antes que nada hay que ver porque esta mujer dice lo que dice, dónde estaba ella en los momentos más difíciles de nuestro país, cuando los derechos humanos brillaban por su ausencia y más que nada, reflexionar porque hay que darle entidad a los comentarios, entre otros, de una ex vedette de los setentas devenida en conductora deun programa de televisión.
AUGUSTO FINOCCHIARO PRECI
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